En ambientes mediterráneos la calidad del alimento es mayor en invierno, pero la abundancia es mayor en primavera. La cantidad y calidad de las proteínas que una hembra ingiere en su dieta condiciona su capacidad de gestar (Villafuerte et al 1997), y la cantidad de agua que contiene el alimento afecta a la capacidad de alimentar a sus gazapos con leche. Con proteínas escasas o de mala calidad la hembra criará peor o no criará, y sin agua no tendrá posibilidad de amamantar y perderá la camada. En malas condiciones de alimento, o ante situaciones de elevado estrés, las hembras no se quedan preñadas, o bien reabsorben los embriones. Una mala alimentación durante el verano dificulta la entrada en celo y la gestación en otoño y disminuye el tamaño de camada.
Los conejos se alimentan fundamentalmente de plantas herbáceas, con predilección por las gramíneas y las compuestas. Suelen seleccionar las especies más ricas en proteínas, sobre todo durante la época de reproducción, y las más suculentas durante la lactancia. Cuando existe suficiente variedad de alimentos, seleccionan en cada época los más adecuados en función de sus requerimientos de forma eficiente. Cuando el pasto natural o los cultivos no están presentes o se han agostado o cosechado, pueden alimentarse de vegetación leñosa, complementando ésta con semillas de herbáceas que buscan excavando en el suelo, o bien otro tipo de semillas como las bellotas que buscan en otoño cuando el pasto escasea
El conejo, al igual que las liebres (Caprolagus hispidus), ha evolucionado mediante el desarrollo de dos sistemas para alimentarse con la máxima eficiencia, basados en el desarrollo de un sistema digestivo largo y complejo dotado con 4 cámaras estomacales. Pueden así digerir parte del alimento por sí mismos, y en otra parte gracias a microorganismos que se encuentran en un ciego grande y desarrollado, en la parte terminal del tracto digestivo. Así, básicamente lo que producen los conejos son dos tipos de excrementos: los de desecho, duros y compuestos por fibras vegetales sin digerir, y otros diferentes y más blandos, recubiertos de una película de micro-organismos y que son ricas en proteínas, ácidos grasos volátiles y minerales. Cuando el conejo defeca, vuelve a ingerir estos excrementos ricos en micronutrientes en un proceso conocido como cecotrofia, accediendo así a un extra de nutrientes (ácidos grasos, minerales y proteína) a partir de vegetales pobres en nutrientes (Blas 1989).